Ser madre duele un poco.
No puedo decir que mucho
ni de forma constante,
pero duele un poco.
El amor primario y primitivo
repara ese dolor, casi siempre.
Hay amor también
en la maternidad;
lo dicen los libros, el cine,
algunos poemas.

Qué extraño puede ser,
al cabo de los años,
ese sentimiento de sentirse inmortal
mientras cuidas de tus hijos pequeños;
pensar en ellos todos los días, casi a todas horas,
sentir que quieres acompañarlos
al fin del mundo.

Sola, en el muelle desierto de mi amor,
esta mañana de domingo,
un día exactamente igual a otros,
cuido de mi imperfecta familia,
de mis hijas, de mi marido,
del árbol de Navidad
y siento una gran alegría
por no sentirme obligada a estar feliz,
me basta con encontrarme bien,
con que estéis bien.

Dormita mi amor de madre,
sabe que todo es símbolo y analogía.